JUEGO DE MANOS 4

TRANSFORMACIÓN

 

«¿Es verdad que en los campamentos los nidos del BUBISHER están abiertos para que los niños podamos contarnos historias y pintar cielos llenos de estrellas que ganan carreras?”

Le emocionó encontrar aquel refugio en medio del infierno argelino, de ese desierto donde su pueblo esperaba a que le devolvieran el mar. Entró y se sentó con las piernas cruzadas a escuchar los cuentos de los otros niños. Recorrió los estantes llenos de libros, de vidas pequeñas como las suyas, pero también grandes o remotas, y su corazón latió al unísono de todos esos otros corazones que guardaban las páginas.

Cuando salió era el mismo, pero era otro. Como en un juego de manos, todo se había transformado. La oscuridad había envuelto el campamento y esa oscuridad parecía contener una cualidad nueva. Todas las posibilidades aguardaban en ella como un presagio.

El aleteo de un pájaro le hizo levantar la cabeza. Parpadeó asombrado ante lo que vieron sus ojos. No era ninguna de las constelaciones que su madre Leila le había enseñado. No, nunca antes el enjambre de estrellas había formado aquel dibujo que le invitaba a caminar. Delante, como guiándolo, revoloteaba el pájaro: un fulgor blanco y negro en medio de la noche. No supo cuánto había caminado cuando el pájaro se detuvo. Entonces lo descubrió. Su tío Hassana le había enseñado a localizar las madrigueras de los lagartos de arena. Y allí había una, pero también aquella madriguera era distinta de las que había visto hasta entonces. Se preguntó qué clase de lagarto viviría en ella. Sabía que ahora cualquier cosa era posible.

Mónica Rodríguez

 

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