DAMBARA

“Dambara tiene cuatro años. Cuando mira piensa sobre lo que ve. No hay más que observar su expresión, aparentemente ausente, pero muy atenta, para saberlo.

Se ausenta hacia dentro.

Cuando ríe, más bien sonríe, pocas veces, se dice a sí misma, y dice a los demás, que le ha gustado lo que ha visto.

La sonrisa celebra el objeto de su mirar.

Un día me dijeron que estaba enferma. Al anochecer, vecino que era, en la daira Gleibat-elfula de la wilaya Dajla, la visité en la jaima de su familia.

Tumbada sobre la alfombra, tapada hasta la cintura con una manta, tenía la cabeza apoyada en un cojín, ladeada hacia donde estábamos sentados su madre y yo.

Me miraba como quien juzga sin emitir veredicto que, en todo caso, con abstracción de la circunstancia, no habría sido favorable: no se le escapó ni una leve sonrisa.

Puse mi mano en su frente, primero: ardía. Después, la apoyé sobre su corazón: corría a saltitos de pulga.

Su familia, contraviniendo el hábito saharaui en casos así, la mantenía a dieta. Más por necesidad, que por convencimiento.

Después de un rato me despedí.

Avanzada la mañana del día siguiente, se asomó a la puerta del beit, donde yo escribía, una cara redonda y seria, la de Dambara.

Entró y me sonrió.

Le di un caramelo.

Se marchó con la sonrisa puesta”.

(Dambara fue una presencia diaria, junto con otras niñas, durante el tiempo que estuve en su daira, en la primavera de 2007, dentro de los tres meses que pasé en los campamentos. 11 años después se inauguró la biblioteca Bubisher, la cuarta, en su wilaya. Dambara ya tenía 15 años. No he sabido de ella, pero seguro que ella sí habrá abierto más de un a vez la sonrisa, teniendo en sus manos ese bubisher de muchas alas policromadas, que es un libro)

Fernando Llorente

El texto forma parte del libro “Heridas y bálsamos. Saharuis, espíritu de resistencia”

 

 

 

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