EL COMPLEJO DE LA LANGOSTA

 

Dicen los psicólogos que la adolescencia es como un “segundo nacimiento”, y ponen como ejemplo la metáfora de las langostas: cuando las langostas cambian de caparazón, pierden el viejo y quedan sin defensas por un tiempo, totalmente vulnerables, por lo que tienen que buscar un refugio entre las rocas para evitar caer en manos de los depredadores. Los chicos y chicas, a esas edades, se sienten más vulnerables que nunca y buscan refugios: se encierran en la habitación, se muestran ruidosos y hostiles, ensimismados, o se hacen millones de fotos y videos para el Instagram y el tiktok. La realidad es que se sienten muy inseguros y buscan maneras de proteger su enorme fragilidad.

A qué viene esta pseudopsicológica perorata, os preguntaréis. Os explico: el otro día, una buena amiga, y gran trabajadora, del Bubisher nos comentaba que en las fotos con las que se ilustran estos artículos ve pocos chicos jóvenes frecuentando nuestras bibliotecas en los campamentos, que solo aparecen niños y niñas pequeños. Y nos hablaba de ese complejo de la langosta. A mí me vino a la cabeza otro comentario que ya hace tiempo me hizo una joven saharaui afincada en Catalunya y amante también de nuestro proyecto en el que dejaba caer la idea de que los jóvenes, lo mismo en los campamentos que en la diáspora, no le entraban a la idea del Bubiher; vaya, con una preciosa sonrisa y con cierto temor a la crítica, vino a decirme que “el Bubisher era para viejos, que los jóvenes no sabían de sus actividades, que no formaba parte de sus redes”. Y lo decía con la mejor de las intenciones, por supuesto. De hecho, está poniendo todo su empeño en revertir esa situación (gracias, Nuna).

¿Es cierto esto? Hombre, que son los niños los que más frecuentan los nidos del Bubisher es evidente (por cierto, podríamos preguntar en las bibliotecas de nuestro país si no ocurre lo mismo) pero no lo es menos que son muchas las chicas, especialmente chicas, que encuentran en nuestros centros un lugar de reunión, de estudio, de formación cada vez más importante. Se empieza a concebir allí la biblioteca como un lugar de trabajo cara a los exámenes, y también como un centro en el que recibir información sobre temas que les incumben a ellos y a ellas en su proceso de “cambio de caparazón”.

Y respecto a nuestra visibilización en las nuevas redes sociales, pues vamos camino de ello, los esfuerzos de nuestras chicas bibliotecarias de mostrar a todos su trabajo cotidiano ya empieza a dar sus frutos; ya no solo “los viejos” vemos en Facebook el día a día de los campamentos; me consta que se habla de nosotros, de ellos, y que se les ve cada vez más en las redes que utilizan los más jóvenes. Tarea nuestra es colaborar en este empeño de divulgación del proyecto que, lógicamente, redundará en beneficio de todos: a más conocimiento, más interés y más participación.

Por cierto, ¿sabíais que las langostas no pueden, no saben construir sus refugios y que cuando buscan mejores aguas forman una única fila en la que cada una está en contacto con el abdomen de las otras mediante sus antenas y sus patas? Pues eso, nosotros les ayudamos a construir su refugio, ellos ya trazarán, agrupándose, su línea de actuación. Pero claro, es importante que el caparazón de nuestras langostas poco a poco se vaya haciendo fuerte gracias al trabajo de todos y así, los pulpos y las nutrias, sus depredadores naturales, tendrán más difícil su trabajo.

Javier Bonet

 

 

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