NATURALEZA Y CULTURA

En una antigua columna periodística, el escritor Manuel Vicent se preguntaba “qué sabía Unamuno del escarabajo pelotero”. Seguramente, no sabía ni que existía semejante bicho, él que sabía tanto. En cualquier caso, no fue para él motivo de ocupación ni de preocupación, por más que nadie habría podido negarle un elevado grado de cultura. De una cultura que empezó su progreso con la primera punta de lanza, tallada en piedra por las manos de un homo habilis. De una cultura, hoy olvidado por muchos, de que no es sino un derivado de la naturaleza, como el yogur, salido de una máquina industrial, es un derivado de la leche, salida de las ubres de una vaca. De una cultura, olvidada de que las aguas discurrían sobra la tierra, antes de que un cerebro evolucionado discurriera y las nombrara ríos, arroyos o manantiales.

Las niñas de la fotografía, que comienzan a caminar los senderos de la libertad, llevados por las lecturas y otras actividades creativas en la bibliotecas Bubisher, quizá no saben aún que los libros, que les hacen de guías, fueron antes árboles, como árbol fue antes la guitarra, a la que arranca sonidos musicales los dedos del artista, que pulsa las cuerdas, quizá sin pensar ni sentir que antes fueron los pájaros los que pusieron música, con sus trinos, en las ramas de los árboles, como nos recuerda el cantautor y guitarrista Atahualpa Yupanqui.

Lo que muestran, las niñas de la fotografía, es que han mantenido tratos directos con la naturaleza, esa naturaleza dura y seca del desierto, que tantas enseñanzas contiene, a la que han interrogado y recogido sus respuestas, aprendiendo que también se puede -y se debe- leer la naturaleza, para saber de la vida, en el sentido más elemental de la palabra vida, ese sentido natural, del que deriva el cultural, que leen en los libros.

Quizá, un día, esos cominos paralelos, el de la naturaleza y el de la cultura lleguen a unirse en un laboratorio farmacológico, donde esas niñas, ya conocedoras de las virtudes de la naturaleza y expertas en los avances de la tecnociencia, sinteticen productos culturales en forma de medicamentos para uso masivo. Mientras, la naturaleza ha puesto en sus manos unas sustancias, capaces de aliviar dolores y enfermedades de las personas que tienen más cerca, a las que, dada su condición de refugiados, les es tan difícil acceder a tratamientos médicos sofisticados, muchos de los cuales están en deuda con las sustancias que las niñas de la fotografía no han tenido más que pedirlas a una naturaleza, tan sabia, como generosa, y aprender cuál es la virtud curativa de cada una.

Tengo para mí que las niñas de la fotografía no saben nada del escarabajo pelotero, ni siquiera si ese bicho existe. Como Unamuno. Pero, ¿sabía Unamuno el nombre de cada una de las sustancias naturales sanadoras, de tanta importancia para el mantenimiento de la vida? Unamuno, no sé. Las niñas de la fotografía, sí.

Fernando Llorente

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