Da igual si estoy a este lado del muro o al otro, a un lado del mar o del otro. La luna es siempre la misma, un regalo para los ojos y para el espíritu. Más aún, esa misma luna que viene a verme es la misma que mira ahora la persona que más quiero. Borra fronteras, pulveriza la geopolítica, y además es gratis y no necesita wifi. Estas noches los de allí y los de aquí nos hemos conjurado para mirar la luna a través de la cámara de nuestros móviles para sentirla en nuestros corazones, ojo con ojo, mano con mano. La luna, metáfora inacabable. Como aquella mujer, hermosa y nómada, que desde los pastos del Tiris transformaba la “luna lunera, la cascabelera” en la mejor y más bella metáfora sobre la jaima: “Lona lonera, la casa velera”. Es tal vez la luna la jaima de todos.